Todo empezó con dos monedas de un centavo. Estrellita Cobeña Resabala era niña cuando logró tener en sus manos aquellas monedas brillantes y doradas. Era un día como cualquier otro, cuando aprovechó un descuido de su mamá, se fue al patio e hizo un hoyo en la tierra y sembró ahí las monedas. Le pidió a “diocito” que naciera un árbol grande de monedas, igual al de mango que estaba alado.
Estrellita todos los días vigilaba la siembra. Lo mismo por semanas, hasta que se aburrió, renegó y dejó de crecer en su diocito. Sacó sus monedas y se fue a realizar cosas de niña en casa de pobre. Pasaron los años y Estrellita llegó a la mayoría de edad, se hizo profesora del sector rural de su provincia natal Esmeraldas. Todo iba bien. Enseñaba a los niños, se ganaba su amor hasta que se enteró de lo peor, le detectaron cáncer.
“No tengo hijos. Por el cáncer me quitaron el útero. Yo tenía cáncer al estómago, al hígado que estaba hecho pasta, cáncer al útero y tenía un pulmón podrido. Me desahuciaron en Ecuador y Colombia”, relata la mujer de hablar rápido, actitud positiva y cincuentena.
El conjunto de dolencias la hizo terminar en un culto religioso, donde los creyentes a viva voz le pedían a su Dios que sanara a su ‘hermana’. El milagro se hizo y Estrellita ahora anda con su Biblia en el tablero de la furgoneta blanca, que es su herramienta de trabajo, desde que por su enfermedad se acogió a la jubilación, tras 28 años de profesora.
La buseta tiene una lógica y un capricho en la vida de ella. Durante su época de maestra, detectó cómo las cooperativas de buses tardaban en recorrer los pueblos y no siempre llevaban a quienes estaban a filo de carretera. El trato tampoco era cordial. Por eso se aferró a tener un carro y a “quitarle los pasajeros”. Ya han pasado 8 años de esa compra y dice con orgullo que lo logró.
Los transportistas no estaban dispuestos a quedarse quieto. Ella afirma que le mandaban a la policía, por lo que en 9 ocasiones le retuvieron su furgoneta blanca, donde se han subido universitarios, campesinos, niños, profesores…
Aquí su relato en vídeo:
Estrellita Cobeña llegó a la conclusión de que para tener más pasajeros, a quienes le cobra 50 centavos por carrera, tenía que manejar aceleradamente, por eso sus clientes le apodaron: “la bala, fórmula 1, rápido y furioso, pata brava, la gacela, la pirata (por llevar pasajeros sin ser parte de una cooperativa)”.
Nada de eso la avergüenza, más bien se siente orgullosa de estar ayudando a la comunidad, sin embargo, dice estar agotada de ser perseguida por trabajar, por lo que ya tiene pensado retirarse del volante y optar por la vida en el campo.
Piensa comprar una hectárea de terreno, unos burros y caballos para dar paseos relajantes a sus clientes en medio de la naturaleza, y a los que deseen,les hablará de la palabra de Dios “a los que no quieran, les voy a moler una hoja de la Biblia y se las doy en jugo para que lleven el espíritu en su cuerpo”, lo dice con la sonrisa de una creyente en el ser que le curó el cáncer.