En Esmeraldas 16.038 personas están registradas con discapacidad, de ellas 2.014 son ciegas.
María José Angulo es ciega, mamá y funcionaria pública en la Biblioteca del Municipio de Esmeraldas. Ella no es de las que se ofende cuando alguien le dice ciega, aunque preferiría que le llamen por su nombre. Explica que no existe el término personas con capacidades diferentes, “porque nosotros no venimos ni del espacio ni lo profundo del mar, somos nacidos aquí… en la tierra”, aclara.
Tampoco le agrada que le digan discapacitada, lo correcto, dice, sería ciega. Aquí hace una nueva aclaración, ya que el tono de voz usado por quien la llame podría encajar dentro de lo despectivo o lo respetuoso, es por eso que trata de que a las personas se les llame por su nombre.
De acuerdo con el Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades (Conadis), en el Ecuador, “las personas con discapacidad incluyen a aquellas que tengan deficiencias físicas, mentales, intelectuales o sensoriales a largo plazo, que al interactuar con diversas barreras, puedan impedir su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”. En país están registradas a 471 mil 205 personas con discapacidad, de ellas, 16 mil 38 están en la provincia de Esmeraldas.
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Papá y mamá
María José Angulo desde hace 16 años es mamá y es ahora cuando le da mucho valor a lo aprendido en su niñez y juventud en un internado educativo para ciego y sordos, donde no solo le enseñaron a escribir y leer en el sistema braille, a usar el bastón, a orientarse en su entorno, sino que le hicieron practicar el cómo su lavar su ropa, planchar, manipular utensilios de cocina, de mesa, tender la cama, doblar la ropa, barrer y trapear.
“Me ensañaron a ser independiente, pero mi mayor seguridad empezó en casa como mis padres; la familia es muy importante”, lo recuerda, es por esa razón, creó la frase de inspiración: “como mujer ciega no tenemos prohibido ese derecho de ser mamá y formar una familia”.
Debido a que nació con retinosis pigmentaria una patología ocular degenerativa, solo tiene información táctil y auditiva de su hija de 16 años a quien describe como una señorita pequeña de estatura, delgada, de cabello rizo, cara perfilada, ojos pequeños y claros (eso le dijo su hija), además, de “comprensiva y cariñosa”.
Su compañera y amiga de trabajo, Glenda Segura certifica lo dicho por María José, a quien dice admirar, no solo porque cumple el rol de papá y mamá con su hija, sino por la capacidad y destreza que demuestra para cumplir su función de capacitadora de computación para personas con discapacidad.
“Me gustaría ser Comunicadora Social, logré estudiar hasta cuarto semestre; también me gusta la Educación Especial”.
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Ciudad pensada en la discapacidad
“Mi amiga revisa su correo, la web y todo lo que se puede hacer en el computador, a ella la trato como una persona normal porque así la veo”, lo comenta con tono de admiración. Para una persona ciega, el mouse del computador es subutilizado, ya que realizan las actividades con la asistencia un programa de voz robotizada que le repite en altavoces cada tecla accionada.
María José es de las que anhela vivir en una provincia que planifique más desde las necesidades de las personas con discapacidad, por cuando en más de una ocasión se ha caído en alcantarillas sin tapa o tropezado en poste de luz ubicados en la mitad de la vereda. “Son gajes de ser ciega”, lo comenta con alegría y destaca la solidaridad de la gente a observar una persona ciega a quienes ayudan con frecuencia.
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