El pueblo afrodescendiente usa a los cantos tradicionales en sepelios de niños y adultos mayores.
Deiby Arce Quiñónez, a sus 24 años tiene claro lo qué quiere en su vida: terminar sus estudios universitarios y continuar cantando los arrullos que aprendió de su abuela Gilma Medina Corozo, en la parroquia Limones, cantón Eloy Alfaro, al norte de la provincia de Esmeraldas, Ecuador.
Él es de la camada de amigos del norteño cantón que, desde hace unos 7 años empezaron a acompañar a sus mayores a los velorios y fiestas de santos, donde generalmente se expresan los cantos tradicionales del pueblo afrodescendiente. En entrevista con Germán Castillo, embajador con propósito de Relatos Esmeraldeño, Deiby explicó que su abuela le advirtió que, si se va dedicar al canto ancestral, “tiene que llevarle bien la tonada, escuchar bien -el ritmo del bombo, cununo y guasá- para que lo cante bien”.
Y no fue lo único que aprendió de ella y de otros mayores que le fueron enseñando a través de la oralidad los saberes ancestrales del pueblo afro, sino que les explicaron el cuándo, dónde y porqué el uso de cada canto, por ejemplo, el arrullo se lo canta en honor a los santos, como en el caso de San Martín de Porres, el santo negro, que cada 3 de noviembre en la comunidad de Canchimalero, en Eloy Alfaro, se realiza una romería fluvial donde las comunidades cercanas se unen al ritmo de arrullos a adorar a su santo, teniendo como ser supremo a Jesús.
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No al extranjerismo
En el caso del chigualo, se canta durante el velorio a los niños menores de 11 años, ya que de acuerdo con sus creencias, hasta esa edad son unos angelitos que no tienen pecado, por lo que son despedidos con alegría, “al ritmo del bombo, el cununo, el guasá y las voces de los cantores, de esa forma se les abren las puertas del cielo a los angelitos”, comentó Rosita Willa Valencia, una de las matronas de los cantos tradicionales del pueblo afrodescendiente radicado en Esmeraldas.
En cambio, el alabao, van en honor a los adultos mayores que mueren. Lo que generalmente no se incluye en estos rituales es el instrumento de la marimba. Deiby Arce Quiñónez se muestra convencido de que estas costumbres se mantendrán, ya que, así como él hay hombres y mujeres de la provincia de Esmeraldas que están aprendiendo sobre su cultura y no se están dejando influenciar negativamente de los ritmos ancestrales.
Una de las mujeres que lucha para que los ritmos ancestrales se mantengan en Esmeraldas es Érika Mideros, quien hizo del patio de su casa en la ciudad de Esmeraldas una especie de escuela. Los alumnos de Érika, quienes generalmente lucen turbantes en su cabeza, en el día a día aprenden a entonar la marimba, el cununo, el bombo y a danzar la marimba que tiene coreografías cómo: Caderona Andarele, Bambuco, Torbellino entre otras. La enseñanza también incluye historia del pueblo negro.
Guardianas de los saberes
En el cantón Esmeraldas, las unidades educativas: Fausto Molina y Alfonso Quiñónez George, son escuelas Guardianas de los saberes; y en el cantón San Lorenzo, al norte de Esmeraldas, está la Consuelo Benavídez. En estos espacios, a través de la etnoeducación enseñan toda la historia del pueblo negro que no suele estar en los libros estatales, incluido los mitos, héroes y origen de su descendencia.
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